2219 - Veta de Llum

Arquitectura y Arte

En el ejercicio de dar una nueva vida a un apartamento en el centro de Barcelona, se analiza la preexistencia y se pone en crisis.

Un apartamento en una sexta planta, un perímetro con hasta nueve ventanas al exterior y la gran cantidad de sol que recibe la ciudad al año deberían significar una gran cantidad de luz natural.

Sin embargo, una distribución propia de la arquitectura autárquica de la época franquista nos deja una compartimentación excesiva, una zona de lavadero y cocina marginal y una jerarquía de estancias poco clara. Por si fuera poco, esta virtud que se reconoce en el inmueble, un perímetro de luz, de oportunidad, no se percibe en ningún momento. Las ventanas no se miran entre ellas. Son simples huecos que iluminan las estancias, una a una, sin participar de un colectivo, sin reconocer la vivienda como un todo.

Como si de un sólido mineral se tratara, el proyecto agrieta el cuerpo, construyendo una Veta de Luz que nos permite que las cristaleras se reconcilien entre ellas. La luz, entendida como un fluido, penetra en la veta, cruzándola de lado a lado, inundando hasta el último rincón.

Para enfatizar esta idea de expansión, el pavimento se plantea como un único material, para evitar interrupciones que la pongan en peligro. La madera de alerce, pálida, pero con tonalidades rosáceas, muta a lo largo del día, dejándose acariciar por los suaves rayos de invierno y acogiendo al habitante, brindándole la calidez de un hogar. Las potentes vetas de la madera, estrechas y alargadas, propias de las coníferas, son una metáfora de como la luz atraviesa también la vivienda y la cose desde la fachada hasta el patio interior.

La zona más pública la conforma esta llamada “Veta”. Un espacio único, continuo, que se ensancha y se contrae a medida que lo recorres, salvando los dinteles que vas cruzando a medida que te adentras en él.
Se plantea un recibidor de grandes proporciones, ya que las nuevas distribuciones no deberían negar lo antiguo, sino ponerlo en valor.
Después, un segundo espacio alberga el estudio, que es a su vez una cocina. El mobiliario trata de priorizar la austeridad y simplicidad, huyendo de la idea del “cocina-comedor” de los años 2000 y tratando de implantar el “estudio-cocina”, en ese orden. Los electrodomésticos se ocultan y la campana queda integrada.

Las zonas sólidas, las cerradas, son los espacios privados. Dormitorios y baños se esconden de la “Veta”. Para conseguirlo, las puertas se mimetizan con las paredes, enrasándose y perdiendo los marcos. Las manillas blancas y una ligera sombra milimétrica son las únicas pistas que revelan que hay algo más.

Al atravesar esos pasos ocultos, el pavimento te acompaña a descubrir las habitaciones que, una vez más, se llenan de luz. En los baños, unos espejos de suelo a techo conforman el fondo de los lavabos, duplicando la profundidad y permitiendo que luz y madera, ahora sí como una única cosa, se reflejen hacia el infinito.